domingo, 30 de abril de 2017

Aviso mortuorio

A cierta edad, los enterradores te devoran con los ojos[1], y la muerte parece perseguirte con un celo imbécil[2]. Ha llegado la hora de pensar en la muerte, en la que, por otra parte, nunca has dejado de pensar. Morir, podríamos decir que resulta inevitable, así que, sin alaridos ni quejas, sin falsas anteojeras filosóficas o religiosas, si se trata de morir, muramos con elegancia, incluso con una sonrisa. Si tenemos que ajustar nuestro paso al de aquella vieja dama[3], si hay que morir, al menos pongamos algunas condiciones y elevemos algunas peticiones.

Lo primero, dejar constancia de que ninguna idea merece la muerte de nadie. Para la mayoría, la vida va a ser el único lujo del que puedan disfrutar aquí abajo, así que no nos precipitemos, muramos de muerte lenta, pues ya hemos visto que ninguna guerra ni ninguna revolución han conseguido acercar el paraíso a la tierra, y los dioses siguen igual de sedientos[4].


Si hay que morir, pues no parece posible hacer rabona de la tumba, tomemos el camino más largo[5]. Engañemos al tiempo, comportémonos como ancianitos de paso tembloroso para que crea que todo el mal ya está hecho, aunque entre bambalinas sigamos dando saltos como aquellos adolescentes que éramos[6].

Si hay que morir, veamos que no todo es negativo y que tiene sus ventajas: ya no nos dolerán más las muelas, no tendremos que seguir haciendo reverencias a los poderosos y, sobre todo, estaremos fuera del alcance de los perros, de los lobos, de los hombres y de los imbéciles[7]. Muramos con entereza, tomando la muerte como venga[8], procurando disfrutar de los últimos placeres, de los últimos amoríos, y dejando en herencia nuestras ropas y nuestro lugar a alguien de nuestra talla y nuestro talante, alguien que pueda fumarse nuestro tabaco y amar a nuestra mujer[9].

Si hay que morir, concedámonos la idea de un paraíso en el que seguiremos disfrutando de los amigos, de la buena música y de esos vinillos de calidad que deben producirse en las viñas del Señor[10]. Y otorguémonos, a despecho de científicos aguafiestas, una muerte con toda la antigua grandeza, con un Caronte acompañándonos en nuestro último viaje[11], o de la mano de la medieval dama de la guadaña, dispuestos a disfrutar de toda esa eternidad que nos queda por delante, como si, por fin, hubiesen llegado unas perpetuas vacaciones que pudiésemos eternamente disfrutar junto al mar[12].

Y si al fin hay que morir, no nos privemos de nada y muramos por encima de nuestras posibilidades, en una tumba alegre a modo de póstuma satisfacción, con un entierro de los de antaño, en un sudario de calidad, con un buen ataúd y disfrutando del placer infantil de ver a nuestros herederos marchar tras el coche fúnebre, pisando mierda de caballo[13].

Morir sin rabia, sin remordimientos, sin ira, conscientes de que no somos más que hojas muertas que el tiempo ha de barrer[14]. ¡Oh tú, viejo tío Georges, en qué paraíso nos estarás esperando!






[1] cELUI QUI A MAL TOURNÉ
[2] SUPPLIQUE POUR ÊTRE ENTERRÉ À LA PLAGE DE SÈTE
[3] ONCLE ARCHIBALD
[5] LE TESTAMENT
[6] TROMPE LA MORT
[7] ONCLE ARCHIBALD
[8] LE FOSSOYEUR
[9] LE TESTAMENT
[10] LE VIEUX LÉON
[11] LE GRAND PAN
[12] SUPPLIQUE POUR ÊTRE ENTERRÉ À LA PLAGE DE SÈTE
[13] LES FUNÉRAILLES D'ANTAN
[14] LE TESTAMENT