martes, 4 de octubre de 2011

misantropía y cambio social

Creo compatible la misantropía con el deseo de alcanzar esa estupidez que llamamos “un mundo mejor”. Incluso me parece razonable que aquellos que más luchan por una mejora de la situación social puedan ser especialmente retraídos y solitarios, y huyan del humano roce. Porque plantearse el cambio y combatir por él, fracasando una y otra vez, debe llevar a asumir su carácter utópico, imposible, lo que probablemente aboque a la melancolía y al extrañamiento de lo humano, de los humanos. Los ves en las manifestaciones, un poco apartados, con las manos en los bolsillos, diciéndose que es necesario estar ahí, aunque malditas las ganas que tienen de estar ahí.
El cinismo es otra cosa. El cinismo es admitir, echando la silla hacia atrás y levantando la frente, que todo está mal, pero que las cosas son así, y que existen dos clases de personas en esa farándula revolucionaria: los tontos y los que ocultan un interés espurio. Los cínicos ver pasar la manifestación con una media sonrisa, y llevan escrito en la ancha frente lo listos que son. ¡Pero qué listos son!
En la manifestación del mes pasado, en la concentración de esta mañana (para evitar un desahucio) había sólo cuatro gatos, cuatro gatos más bien peludos. Se echa de menos en todos estos episodios la presencia de la gente. ¿Dónde está la gente, la gente corriente? Por ahora desaparecida, aunque me temo que, si todo sigue a peor, no tendrán más remedio que apagar la tele y salir a ver qué está pasando en la calle. Y eso no será un consuelo para nadie.




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