Los estudios de intención de voto y de otras mercaderías de
consumo siguen funcionando como si nada hubiese pasado y siguiésemos viviendo
en el mundo disney de antes de la crisis, y un día nos anuncian el pronto
vuelco de sillas y sillones para a continuación avisarnos con grandes alharacas
que nada pasa y los que están están y los que no están no están ni se les
espera. Parece que hemos llegado a un nuevo estadio en el progreso de esa
ciencia tan poco fotogénica como es el marketing político: la era de la
inanidad. Lejanos aquellos tiempos de líderes y caudillos levantando la voz
sobre los demás y golpeando la mesa para dejar bien a las claras quién es el
que manda, ahora nuestros grandes timoneles tienen un aire como de tristes
funcionarios, hombres del partido que han ganado su plaza como el que gana unas
oposiciones en Murcia, a la tercera y sin haberle prestado a nadie sus apuntes.
La política cainita del interior de esas cavernas ha dejado a nuestros cabezas
de cartel un aire apagado y un toque cetrino, una mirada como un poco perdida,
sabiendo que lo que ellos perdieron por el camino se lo van a hacer pagar a los
demás, primero a sus compañeros de partido, después a sus colegas de reparto en
las diversas tartas institucionales, finalmente al resto del populacho,
culpables últimos de todos sus males. Pasados ya los tiempos de González, tan
convencido de su mismidad que amenazaba con irse si le tocaban los principios
programáticos, o esos otros tiempos más bravos en los que Aznar gobernaba con
los pies en la mesa y la masculinidad a la vista de quien quisiera mirar. El
triunfo de Rajoy, por contra, ha sido la victoria callada e inevitable del que
espera paciente el descalabro en las urnas de un Zapatero que ya había
conseguido descalabrarse él solito en las calles ultraliberales de la
germanizada Europa. Todo un ejemplo para Rubalcaba, que ha abrazado no sólo los
principios ideológicos de la derecha, sino también su estilo en mercadotecnia,
conocido como calladito y que sea el otro el que se retrate. Y, en una última
pirueta, en estos últimos meses hasta Rajoy imita a Rajoy, y se ha convertido
en un presidente callado que manda a sus ministros y bufones al desolladero
público mientras él espera para que toda la mierda que se está repartiendo no
lo manche demasiado. Puestas así las cosas, oscuro y tenebroso se presenta el
reinado de Witiza: o los cachorros del 15M aceleran su curso de
aprendizaje político, o no nos van a faltar salvapatrias dispuestos
a devorar los ya magros restos de esta cosa a la que llamamos país.

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