sábado, 15 de diciembre de 2012

Marketing


Los estudios de intención de voto y de otras mercaderías de consumo siguen funcionando como si nada hubiese pasado y siguiésemos viviendo en el mundo disney de antes de la crisis, y un día nos anuncian el pronto vuelco de sillas y sillones para a continuación avisarnos con grandes alharacas que nada pasa y los que están están y los que no están no están ni se les espera. Parece que hemos llegado a un nuevo estadio en el progreso de esa ciencia tan poco fotogénica como es el marketing político: la era de la inanidad. Lejanos aquellos tiempos de líderes y caudillos levantando la voz sobre los demás y golpeando la mesa para dejar bien a las claras quién es el que manda, ahora nuestros grandes timoneles tienen un aire como de tristes funcionarios, hombres del partido que han ganado su plaza como el que gana unas oposiciones en Murcia, a la tercera y sin haberle prestado a nadie sus apuntes. La política cainita del interior de esas cavernas ha dejado a nuestros cabezas de cartel un aire apagado y un toque cetrino, una mirada como un poco perdida, sabiendo que lo que ellos perdieron por el camino se lo van a hacer pagar a los demás, primero a sus compañeros de partido, después a sus colegas de reparto en las diversas tartas institucionales, finalmente al resto del populacho, culpables últimos de todos sus males. Pasados ya los tiempos de González, tan convencido de su mismidad que amenazaba con irse si le tocaban los principios programáticos, o esos otros tiempos más bravos en los que Aznar gobernaba con los pies en la mesa y la masculinidad a la vista de quien quisiera mirar. El triunfo de Rajoy, por contra, ha sido la victoria callada e inevitable del que espera paciente el descalabro en las urnas de un Zapatero que ya había conseguido descalabrarse él solito en las calles ultraliberales de la germanizada Europa. Todo un ejemplo para Rubalcaba, que ha abrazado no sólo los principios ideológicos de la derecha, sino también su estilo en mercadotecnia, conocido como calladito y que sea el otro el que se retrate. Y, en una última pirueta, en estos últimos meses hasta Rajoy imita a Rajoy, y se ha convertido en un presidente callado que manda a sus ministros y bufones al desolladero público mientras él espera para que toda la mierda que se está repartiendo no lo manche demasiado. Puestas así las cosas, oscuro y tenebroso se presenta el reinado de Witiza: o los cachorros del 15M aceleran su curso de aprendizaje político, o no nos van a faltar salvapatrias dispuestos a devorar los ya magros restos de esta cosa a la que llamamos país.

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