domingo, 14 de octubre de 2018

La ciudad


Existe una ciudad en la Argentina, en la provincia del mismo nombre, en el centro-este del país, al norte de Buenos Aires, junto al río Paraná, y que no debe ser nombrada bajo ningún concepto. La ciudad ha ido generando, entre los años sesenta y noventa del pasado siglo, una serie de personajes que se cruzan y entrecruzan en un azar de historias que vuelven a ser evocadas, una y otra vez, por tales fantasmas. Sus nombres no importan demasiado, pues aunque algunos se corresponden con los verdaderos, otros son apodos casi infantiles, e incluso de algunos no sabemos si se trata de su nombre o de su apodo. Por esta ciudad que vive al costado del río transitan Carlos Tomatis, Ángel Leto y el matemático (paseando durante veintiuna cuadras), Willie Gutiérrez, Pichón Garay (este desde París mayormente), Washington Noriega, el Gato (y Elisa), Barco, Nula, rodeados de una multitud de otros no menos importantes, como el juez, o el taxista impasible, o algunas mujeres que van y vienen, casadas o separadas de ellos. Pero no hay que confundirse, los personajes son transitorios, la ciudad permanente, como queda claro con la historia del entenado o cuando se narra el episodio de los positivistas en la ocasión. Y la ciudad vive sus personajes, sus historias de peronismo y dictadura, de indios colastinés y emigrados que vuelven sin saber muy bien por qué ni para qué. La ciudad puede conocerse entrando desde Rosario en autobús, atravesando primero sus arrabales y Santo Tomé, o viniendo desde Paraná y atravesando el puente, o sencillamente subiendo o bajando por la costanera en un día lluvioso. Desde esta perspectiva, lo mejor es el capítulo abril, mayo de cicatrices. Aunque hay quien preferirá las caminatas depresivas de Tomatis, o las idas y venidas de Leto a los tribunales, pero, al final, todos estos personajes se irán diluyendo y sólo quedará la ciudad, innombrable, y la memoria de Juan José Saer, inacabado.



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