jueves, 29 de septiembre de 2011

Perec o el recuerdo de infancia


Aunque la contraportada ya anunciaba la duplicidad incoherente de las dos líneas argumentales, la lectura de W se desarrolla a trompicones, espasmódica en su ir y venir de una a otra de las historias, la de la propia infancia de Perec, la de esa especie de pesadilla olímpica a la que llama W. Se supone que es el lector el que va a intentar dotar de coherencia esa astracanada, pero el lector ya sabemos que no es de fiar, y pronto va a dividir su cerebro en dos partes, una para W, otra para el pequeño Perec. La farsa olímpica produce miedo, nauseas. El pequeño Perec es un personaje dickensiano. Ya el lector habrá de optar por una de las dos historias, y mientras atraviesa pesaroso la orwelliana W espera el regreso del pobrecito Perec, o apenas se apiada del desgraciado niño judío aguardando más detalles de la fábula futurista. El lector, atrapado en otra de las oulipianas trampas, ha de decidirse. El juego para Perec lo constituye la suspensión de la trama, un divertimento jazzístico por la síncopa que provoca. Al maestro Vian, otro de los fundadores, creo que le habría divertido.
Aunque la necesidad de elaborar un pasado tan duro, de escribir la historia de un huérfano judío desplazado bajo la ocupación nazi, quizá se disfrace bajo la farsa de W. Un Perec  temeroso de dejar al aire sus recuerdos infantiles. Los escritores, esos animalitos tan vergonzosos.  
Pero también podría ser que W por sí misma no funcionase como libro, como historia, y tuviese necesidad de los habituales trampantojos, y los recuerdos de infancia no fuesen más que un aderezo. Los escritores, esos animalitos tan perezosos.
Sea cual fuere, W no son recuerdos de infancia, a pesar de la o del título.


domingo, 25 de septiembre de 2011

otro catalogo de ideas elegantes

Proyecto de trabajo: elaboración de un diccionario de neologismos y de conceptos, principalmente económicos, que los media van haciendo aparecer y desaparecer en un arte de prestidigitación que consigue, como los verdaderos magos, dejarnos con la boca abierta (o, más bien, con la boca cerrada, callados). Sería una obra deudora del diccionario de Flaubert, y en la misma aparecerían términos de largo recorrido junto a palabras que sólo habrían durado unas semanas en prensa. Por poner algunos ejemplos:
  • Flexibilizar el mercado laboral: Disminuir o suprimir la indemnización que cobra el empleado que es despedido injustificadamente de una empresa. Aunque desde hace treinta años se razona afirmando que favorece la creación de empleo, este argumento no ha podido ser demostrado en ningún caso, por lo que ya se considera más un artículo de fe.
  • Prima de riesgo: Una manera de buscar dinero que tienen los estados es emitir deuda pública, pagarés a plazo con un determinado rendimiento. Los intereses que habrá de pagar el estado van a estar principalmente en función del plazo y de la demanda, y la prima de riesgo es el recargo que exigen los compradores de dicha deuda pública cuando exista un riesgo de impago. Por tanto, van a ser los grandes cárteles financieros y la gran banca internacional la que determine el interés que habrá de pagar cada país, y no hay que olvidar que conforme sea mayor el riesgo de quiebra del estado en concreto (por ejemplo, Grecia), mayores serán los beneficios del inversor. El inversor va a reclamar constantemente que el primero en cobrar sea él, para lo cual los estados deberán desatender otras obligaciones (principalmente las sociales, incluso la sanidad y la educación si fuese necesario). En caso de producirse el impago, ver recapitalización bancaria. La prima de riesgo es, en realidad, muy parecida al tocomocho. Se suelen hacer muchas bromas relacionadas con el parentesco y el tradicional furor erótico de las hijas de los tíos.
  • Dictador: Término usado para desprestigiar al gobernante de un determinado país, con independencia del régimen político que exista en el mismo. Por ejemplo, Chávez es un dictador a pesar de que en Venezuela exista régimen parlamentario y se convoquen regularmente elecciones refrendadas internacionalmente. Por el contrario, el rey Abdullah de Arabia Saudita no es un dictador, aunque sea el monarca absoluto de un país feudal sin partidos políticos ni elecciones (en occidente se le llama amigo, y el rey de España lo llama hermano y primo indistintamente). Mubarak y Gadafi han pasado en fechas recientes de buenos gobernantes a dictadores. Siempre se usa afectando una mueca de desagrado, como si la palabra oliese mal.
  • Bolsa: En sus inicios servía para financiar a las empresas, hoy es más un gigantesco casino donde las grandes fortunas se juegan su dinero para ganar más dinero sin tener que producir ni trabajar, de ahí la expresión jugar en bolsa. Al hablar de sus subidas y bajadas es necesario usar los términos volatilidad (no relacionada con el ganado avícola), de infarto y cuarta mayor caída del año.   
Pero se antoja una tarea titánica para mis pobres fuerzas y cortas entendederas. Aunque es necesario pararse un momento cuando se oye un palabro de estos y decir, en voz alta, no lo entiendo. El periodismo, o más bien su ausencia, es quizá uno de los principales problemas si se quiere acceder a la realidad. Otra cosa es que no se quiera…



    martes, 20 de septiembre de 2011

    discutir con un idiota

    Decía Hanna Arendt en Los orígenes del totalitarismo que preocupaba a Platón el haber descubierto, en su pugna con los sofistas, que la persuasión surge de las opiniones y no de la verdad. Las personas que ahora tienen algo que decir, los intelectuales, están callados, convencidos de la inutilidad de discutir con los nuevos sofistas, estos manipuladores de la realidad interesados  en torcer los hechos para demostrar esta o aquella opinión. Vivimos en la era del cinismo, pues al fin todos estamos convencidos de que se está haciendo mal, rematadamente mal, pero somos capaces de soportarlo mientras se mantenga mínimamente nuestro bienestar, mientras yo y los míos podamos soportarlo, aún a costa del vecino. Hasta cuándo, señor, hasta cuándo. Vivimos unos tiempos singulares.


    Léautaud y Brassens

    Resultaba inevitable que Brassens citase en una de sus canciones a Léautaud, pues ambos opinaban que era preferible vivir rodeado de gatos que de personas. Léautaud, intentando evitar la fama, malhumorado y reticente a todo contacto humano, alcanzó precisamente notoriedad más por su innumerable familia gatuna que por la indudable calidad de sus críticas teatrales. Y Brassens recomienda a su futura viuda que tome de nuevo marido, aunque amenazando con volver en forma de fantasma vengador si el nuevo inquilino de su lecho se atreve a tratar con maldad a sus gatos. Por tanto, Brassens termina homenajeando a Léautaud en su Don Juan, al rendir tributo al policia que para el tráfico para que pasen los gatos de Léautaud. ¡Gloria a ambos!